1.6.11

No sé muy bien qué escribir hoy... pero hace mucho que no actualizo, así que vamos a dejar salir algo de dentro... sea lo que sea.

Estoy asqueada con mi trabajo. Supongo que tiene que ver con que veo tan cerca y tan lejos a la vez las vacaciones, que me pongo histérica de ver que no llegan. Pero es que también tiene que ver el hecho de que no tengamos voz ni voto para tomar decisiones. Cualquier cosa que hagamos, digamos o planteemos acaba en un cubo de basura, ninguneada y menospreciada por alguien. No importa lo que sea. Al final, tendré que creerme lo que una enfermera me dijo cuando hacía las prácticas de 2º: no te van a pagar por pensar. Al final de verdad que me lo acabaré creyendo, y me dedicaré única y exclusivamente a ser un burro con ronzal y me dejaré de tonterías. Me limitaré a asentir, taparme los oídos y los ojos y dedicarme a ser una lechuguina sin criterio y sin ideas. Es triste, pero de verdad que estoy muy cansada de este trabajo.

Supongo que alguien habrá que piense lo de "al menos tienes trabajo". Sí, pero ¿a qué precio? No sé si estoy dispuesta a pagar el sobrecoste "humano" que supone seguir donde estoy. Me encanta mi trabajo, bien lo sabe Dios y todo el que me haya leído alguna vez. Disfruto con lo que hago, cuidando de mis abuelillos y haciéndoles la vida (y su camino hacia la muerte) más fácil. No me avergüenza decir donde trabajo. Au contraire. Me enorgullece cuando explico a qué me dedico. No me supone una carga en absoluto acompañar hacia donde se dirigen a las personas a las que cuido, sabiendo que es un lugar al que nadie quiere llegar. No me cuesta ningún trabajo extra asumir pérdidas, enfermedades, dolor y pena. Asumo y acepto que es una parte de la vida que siempre llega, y hay que aceptarla de la mejor manera posible, y ayudar a aquéllos que no son capaces de sobrellevarla por sí mismos.

Pero mi hastío no viene con ellos. No viene con esas personas a las que cuido. Viene con los que se supone que están ahí para lo mismo que yo. Y se les olvida. Se les pasa de largo para lo que estamos allí. Y se frotan las manos con cada nuevo ingreso. Y se rasgan las vestiduras con cada baja. Y cuando hablamos de baja, hablamos de muertos. No estamos en una guardería. Ahí sí sería duro enfrentarse a la muerte. Estamos donde estamos y para lo que estamos. Que se dejen de hacer cuentas y cábalas para ver cuánto dinero menos ingresan este mes. Porque van a ingresar un pastizal serio. Dedíquense por favor a invertir ese dinerito en esa gente que está ahí, que les hace falta y lo necesitan a rabiar. Porque cada mes les pasan la factura y no veo que revierta en ellos.

El desprecio hacia el personal es ya harina de otro costal. Me parece inaceptable que se imponga la ley del miedo para hacer funcionar un negocio. Sobretodo, este negocio. No puedes amenazar a la gente que tienes trabajando, porque la quemarás, y eso hará que el trato hacia los mayores sea peor. Con lo que aún alucino y me parece digno de admiración es que las auxiliares, que están todo el santo día al pie del cañón, todavía tengan ganas de seguir sonriendo a familiares, amigos de (...), jefes, subalternos y lamebotas en general. Y me sorprende porque yo hay días en los que odio con todas mis fuerzas a esa gente. Y eso que no los veo, porque afortunadamente mi turno me permite hacer mi trabajo sin sentir 40 pares de ojos sobre mi nuca. Y lo que decía antes... la ley del miedo, de sentirte amenazado constantemente, de pensar que cualquier cosa que puedas hacer mal va a ser duramente castigada, con o sin motivo, porque ahí no pregunta ni el tato. Has sido tú!!, dedo acusador y reprimenda. Así se funciona. Y no sólo para las auxiliares. Para nosotras va igual.

Y luego está el hecho del que hablaba al principio. No poder tener un criterio, estar sometidas todo el tiempo a la presión de tener que hacer lo correcto pero sin tener que ser nosotras las que tomemos decisiones, porque no debemos hacerlo. Verte sola ante el peligro y rezar para que, si tomas una decisión u otra, la persona inmediatamente superior a ti (es decir, el médico), te respalde a posteriori y no se lave las manos cual Poncio Pilatos y te deje con el culo al aire cual mono de zoológico. Irreal. Ilógico y temerario. Pero así debemos funcionar. Porque a ver a quién recurres a las 3:30 de la madrugada para que te solucione la papeleta. Te la tienes que solucionar tú. Y aprendes a hacerlo. El problema no es que no sepamos hacerlo, es que estamos desamparadas por completo. En un turno de 12 horas en el que la "mayor autoridad" eres tú, no necesitamos que nadie nos diga qué tenemos que hacer. Lo sabemos de sobra. Pero yo, personalmente, la mitad de las veces lo hago con un miedo que me caga patas abajo. Porque me veo el percal al día siguiente, con su correspondiente bronca, su correspondiente castigo y su correspondiente aireo de la situación por parte de gente ajena al problema, pero que disfruta escampando el olor a mierda.

Así que sí, estoy hasta las mismíiiiiisimas pelotas de mi trabajo. Quizá no de mi profesión, pero sí de lo que a día de hoy paga las facturas, mi ocio y mi vida en general. No es más que por eso por lo que aún no he mandado a escaparrar el curro (de mierda) al que voy cada día con más pesar.

(Pues para no tener nada que decir, me he quedao ASÍ de ancha...)

0 comentaron que...:

 
Copyright © Far, far away...
Blogger Theme by BloggerThemes | Theme designed by Jakothan Sponsored by Internet Entrepreneur