Los por qués y los enfados

No estoy hoy con ganas de escribir. Estoy enfadada. Con el mundo y conmigo misma. No consigo entender ciertas cosas que pasan a mi alrededor, por mucho que lo intente, y empiezo a estar harta de intentarlo, día tras día, noche tras noche... Quizá no debería intentar entenderlas, simplemente debiera aceptarlas, pero no soy capaz de vivir con cosas que se escapan a mi entendimiento. Me gusta la sensación de hacer algo, y saber POR QUÉ lo estoy haciendo. Cuando no existe ese por qué, haga lo que haga me siento estúpida. Y últimamente me siento demasiado estúpida. Con todo.

En fin. Lo dicho, que hoy no es un buen día. Y menos para seguir divagando aquí.

De esperar y otras opciones

Alguien que está resultando ser más sabio de lo que yo pensaba me dijo una vez: No esperes nada. De nadie. Así nada te defraudará. Ni nadie.
Y qué razón tenía.
Por mucho que me esfuerzo en no hacerlo, en no esperar, hay veces en las que lo nuevo no sustituye a lo antiguo, y no soy capaz de cambiar un pensamiento por otro. Y me sorprendo esperando cualquier tontería... y con cualquier tontería me siento decepcionada.
Hoy ha sido uno de esos días en los que no he logrado cambiar el pensamiento, y me he visto a mí misma esperando una batalla que no ha llegado a tener lugar, esperando una acción que conllevara su correspondiente reacción, esperando algo que sabía que no debía esperar.
Y después de esperar, y ver que desesperaba, ha llegado el enfado, la sensación de vacío y la impresión de estar haciendo el canelo. Otra vez.
Y en base a mis decisiones, mis elecciones y mi capacidad de discernir, bastante tocada hoy, por cierto, escojo la opción fácil, la que no va a reportarme ningún beneficio, la que sólo me va a servir para sentirme peor y pensar que soy una GILIPOLLAS, así, en mayúsculas, y sin paños calientes. La opción fácil... que no es otra que dar por terminado el día, cruzar los dedos para que mañana sea un día mejor, e irme a la cama. A llorar.
Buenas noches, señores. Espero que sus opciones sean mejores que las mías.

Voces

Pues aquí estamos, en lo que parece una tormenta de verano, con sus relámpagos y sus truenos, con su agua a cántaros y su sonido inconfundible, ese repiqueteo que cuando te quedas en casa, se te mete en la cabeza y te pasas dos días oyendo el agua contra los cristales, cruzando los dedos para que no sea AHORA cuando se vaya la luz, y se vaya al carallo todo lo que has escrito, modificado o toqueteado simplemente, y aún no has guardado.
Y en estas noches de tormenta, cuando te quedas sola en casa, y tienes tiempo para pensar, y no te hace falta ponerte los CD's de "Músicas de la Naturaleza:el Agua" porque ya tienes bastante con la que está cayendo, es cuando de repente empiezas a oir tus propias voces. Todas esas voces que te cuentan, te dicen, te comentan y rumorean lo que has hecho bien, lo que has hecho mal y lo que te queda por decidir cómo hacerlo. Dicho así suena esquizo del todo, pero no negaré que es cierto y verídico. No lo de esquizo, sino lo de oír las voces. Son voces en tu interior, no en tu cabeza... y esas voces a veces son demasiado francas y directas, y hace demasiado daño escucharlas.
Cuando escuchas atentamente estas voces, aunque haya veces que no eres capaz ni de entenderlas de lo enrevesadas que resultan sus elucubraciones, escuchas opiniones de lo más variopintas, y en un intento por simplificarlas, decides que son algo así:
Hay momentos en los que oyes una que te dice: Bien, vas bien, sigue adelante, que sabes que puedes con esto y con mil cosas más.
Otros, la otra voz es la que te dice: Te estás columpiando, te estás metiendo donde no debes y además estás haciendo el gilipollas. Integral.
Y esperas con cierta ansia escuchar esa que te dice: Hagas lo que hagas, será una decisión tuya, y buena o mala, podrás decir que has elegido tú.
Y volvemos a lo de ayer, a las elecciones, a las decisiones que mueven la vida.
Al final, después de escuchar las voces, de sentirlas discutir en tu interior, de poner pros y contras en una balanza de lo que te dicen unas y otras, decides lo que vas a hacer. Y no porque las hayas escuchado y quieras hacer lo que ellas te digan. No. Sólo decides que vas a pasar de voces, de tirasyaflojas internos estúpidos, y vas a acabar haciendo lo de siempre: Lo que te dé la real gana. Que para eso decides.
Y escojes seguir adelante, a sabiendas de que vas a darte el costalazo de tu vida, con la firme convicción de que te estás equivocando, y tragándote las lágrimas del miedo a sufrir. Porque al fin y al cabo, si ahora te retiras de la carrera, te quedas con las ganas de saber quién gana... Y con lo cotilla que es una, no se puede permitir el lujo de pasarse la vida preguntándole a las voces de turno qué hubiera pasado si no hubieras cerrado la apuesta.
Menos mal que la mayoría de las veces, las voces son demasiado pequeñitas y no se oyen bien, porque como lean esto un par de psiquiatras, me buscan pa encerrarme. Creo que me estoy volviendo tarambana. En serio!

Pues aquí empieza una andadura, que no aspira a ser más que las muchas otras que ya empecé. No soy persona constante, con lo que lo más probable es que este blog caiga en el olvido (el mío, sobretodo), dentro de dos semanas. Como mucho, ojo. Pero lo intentaré.
Últimamente la vida va y viene demasiado rápida, demasiado azarosa y con una pizca de ironía que empieza a preocuparme. Así que procuraré escribir rápido, e irónica, para que esta vida que me toca vivir hoy (y espero que un par de días más, pese a lo que digan mis líneas de la mano), no me pille descalza, ni mirando a la Luna de Valencia, que será preciosa, pero como me descuide, me empoma y me deja frita.
Supongo que acabaré redactando aquí por fascículos mi vida y fracasos (que milagritos los justos)... Fracasos habrá muchos, eso seguro, pero espero que, con un poco de suerte, sepa superar las torceduras de tobillo que nos provocan los patinazos de nuestras elecciones. Porque al fin y al cabo, de eso se trata, no? Elegir. Siempre elegir. Bien, mal o regular. Pero eliges tú. Y nos guste o no, mediante esas elecciones acabamos dibujando nuestra propia existencia... otra cosa es que te parezca una existencia mejor (o peor, en la mayoría de las ocasiones) que la de tu vecino.
Pero tú decides si compararte o no con él.
Yo por ahora, y a estas horas de la noche, decido, elijo, irme a dormir, que mañana será otro día, más o menos inspirado, dependiendo del tiempo, y tendré algo más que contar (o no), y tendré muchas cosas que aprender, y me cuentan en la Escuela que para aprender hay que tener la mente descansada... A ver si aprendo a descansarla, pero creo que hoy no va a ser la noche... Algo me dice que me la pasaré soñando, ajetreada, en lo que desde hace cuestión de dos meses me ha trastocado todas las elecciones de los últimos 26 años. En fin, qué le vamos a hacer.
A dormir.