18.4.11

Como el abuelo de Heidi

No sé por qué, hay mañanas en las que, de camino a casa, cansada, pienso algunas cosas que, vistas fríamente son soberanas gilipolleces.
La de hoy ha sido pensar en lo feliz que podría llegar a ser en medio del campo, eremita toda yo, cultivando mis patatas, ordeñando mis vacas y recogiendo huevos de unas cuantas gallinas. La opción de ermitaña no es aleatoria. Sola, sin escuchar sandeces ni giliestupideces de un mundo cada día más estúpido y simplón. A lo mejor la estúpida y simplona soy yo, pero de verdad que hay cosas que no entiendo, por qué la gente se complica tanto, odia tanto, jode tanto y se regodea tanto en las miserias ajenas, cuando sus miserias deberían de darles un poquito de vergüenza, si es que supieran lo que significa esa palabra. Y todo esto, así, sin ton ni son ni cascabeles, mientras cruzaba un paso de peatones.

Todo pasa por alguna razón. Supongo que el plantearme todo esto no es más que mi subconsciente haciéndome saber que... que....... pues no sé el qué, la verdad. Algún motivo habrá. Ya lo averiguaré.

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