20.3.10

Más pensamientos...

Tengo endiabladamente claro que las guerras no son cuestión de una única batalla. Y también sé que una guerra no es nada bueno. Sé que hay daños colaterales, víctimas caídas a manos del fuego amigo y víctimas inocentes que perecen a manos de un yugo que ni siquiera tiene claro contra qué o quién está luchando. Sé que las guerras hacen daño.

Partiendo de ahí, también creo que ciertas "guerras" son necesarias. Mi guerra interior constante es necesaria. Aunque haya daños que luego cueste reparar. Pero se reparan. Y se reponen las pérdidas. Mi lucha interior, mi eterno intento de conquistar mi mente, y que no sea al contrario, hace que esta vez la guerra aún sea más cruel y sangrienta.

Esta mañana, cuando he salido de trabajar, me he dado cuenta de que, después de releer lo que escribí esta madrugada, la ira no es sólo hacia él. También es hacia mí misma. Y se lo he dicho a ella. No es sólo ira. Ciertamente existe en mí esa RABIA, en mayúsculas, esa que duele y atenaza la garganta. Es un enfado descomunal conmigo misma.

El enfado, la rabia, por no haber sabido ver las cosas cuando debería haberlas visto. Por no haber sabido mantener a raya la ira. Por no haber controlado esos desprecios que a veces he hecho a quien menos se los merecía. Le he pedido perdón por todo ello, y le he pedido ayuda. Necesito que me pare los pies cuando me empiece a meter en un cenagal del que no sabré salir si no es a gritos y con cinismos. Necesito que me pegue dos bofetones (de los que duelen y dejan marca) cuando llegue el momento en que con mis palabras o mis actos le hiera.

Pero me he dado cuenta de algo. Esta vez la rabia me ha dado algo positivo. Me ha hecho despertar. Me ha hecho darme cuenta de que DEBO cambiar cosas. Que no vale con lamentarse y entonar el mea culpa mientras vuelves una y otra vez a las andadas. DEBO cambiar actitudes y maneras que ni a mí misma me gustan y que todavía no entiendo por qué las utilizo. Somos seres capaces de elegir (me auto-remito a mi primera o segunda entrada en este blog). Y ELIJO cambiar. La rabia de saber que yo también me he equivocado en muchas cosas, el enfado por ver que yo también soy culpable de lo que me pasa y no sólo es por los demás, que soy responsable de mis actos y de sus consecuencias, hace que me haya planteado cambiar muchos aspectos de mí misma que, hasta hoy, achacaba a terceras personas. No hay terceras personas dentro de mí misma. Yo soy yo. No hay terceras personas a las que inculpar cuando se trata de ser cruel o cínica en una discusión. No hay terceras personas a las que colgarles el sambenito cuando soy yo misma la que me desacredita. Debo aprender a luchar contra todo eso.

Y esa es ahora mismo mi guerra. Pienso ganarla, y compartir el triunfo con la persona a la que amo. Porque entonces habremos ganado las dos. Me queda mucho por pelear. Me queda muchísimo que hacer. Lo sé.

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