¿Niña yo?

He visto Toy Story 3. Y he llorado (un montón).

Me he acordado de mi Rainbow Brite. De mi equipo de médicos, con su lámpara para la frente y su fonendoscopio de mentira. De mi bici con ruedas a los lados, roja toda ella. De mis rompecabezas de Casimiro. De los libros de colorear de Petete. De un Baby Feber feo como la madre que lo parió, pero con una bañerita y un cambiador monísimos. Del chocolate Lingotín y la ensaimada de las 6 de la tarde. De los patines. De una pizarra con tizas de colores y un abecedario escrito en la parte de arriba. De un ábaco con cuentas de colorines. De un órgano Casio con 2 melodías programadas, no más. De Chabel, qué bien. De la única Barbie que tuve, con un vestido de tréboles. De una cocina con la batería de latón. Del escondite. De la comba. De la goma. Del sambori. De hacer el pino (más bien, de intentarlo). De los libros de "Mariuca la Castañera", "La Ratita Presumida" y todos los demás de Susaeta. De los vestidos recortables para una muñeca tan de mentira que daba un poco de pena. De Espinete ¿escondiéndose? detrás de un árbol. De los Mundo de Yupi. De She'ra y el reino mágico. De Lucky Luke y los hermanos Dalton. De los Pitufos. Del Tragabolas. De los Plastidecor (¿no se ensucian? ¿Se pueden borrar?) que pintaron miles de princesas y castillos. De una Barriguitas de las de verdad (no lo que son ahora). De una muñeca que le crecía el pelo si le girabas una rueda en la tripa. De un busto de la Nancy que pinté como una puta mil millones de veces. Del Cinexin. De otra muñeca que la embarazabas y la desembarazabas si le quitabas una tapa (como al mando de la tele le sacas las pilas, pues igual). De Pin y Pon. De una barra de ballet tan de plástico que daba miedo. De los calentadores y la cinta para la frente que llevaba a juego. De "Tanit" y de todos los libros del Barco de Vapor (los azules y los naranjas). De un muñeco que se le encendía la cabeza cuando se apagaba la luz de mi cuarto. De un Gusiluz. De Candy-Candy. De mi Magic Nursery (¡¡¡Con su vestidito y un precioso cabello para peinar!!!). De Mi Pequeño Poney. De los churros hechos con papel de plata que eran mejores que las varitas de Olivanders. De los kits de belleza que dejaban las pintas de puta del busto en mantillas. De las pinturas de mi madre y su aroma inconfundible. De las horas muertas desmontando el cubo de Rubik. Del Alfanova. De la pelota esa que se pegaba a esa especie de testigo que llevabas tú en la mano porque hacías vacío. De los muelles gigantes que sólo servían para bajar escalones (o al menos, yo no le encontré más uso). De cantar las canciones de Juana y Sergio, de Julia, de Oliver y Benji, de Ranma, de los Caballeros del Zodiaco, de Dragones y Mazmorras y de Vicky el Vikingo. De irme a la cama a las 11 de la noche, porque al día siguiente había cole. De los pupitres enanos en los que no me cabían las rodillas...

Me he acordado de cuando, lo más grave que te podía pasar, era tirarte de los pelos con tu hermana. Cuando todo se arreglaba llorando y con chocolate (aunque eso sigue pasando un poco). Cuando mi mayor preocupación era jugar y reír.

Ojalá ahora fueran esas mis preocupaciones... ¡Un momento! Bien pensado... ¿¿no se trata de eso?? Juguemos y riamos pues. Recordemos más a menudo quiénes fuimos... para refrescarnos la memoria de quiénes somos ahora (si puede ser, evitando la parte de pintarnos como putas y ponernos los tacones de mamá).