Hace unos días (no sé cuántos, porque no me he parado a mirar la fecha, sinceramente) hiciste algo, un gesto, que podría pasar desapercibido para el resto del mundo. Para todos los demás será un gesto banal y sin mayor trascendencia. A mí me hace escribir esto hoy. Y probablemente con esto dé por cerrado este blog. No quiero volver sobre mis pasos, porque ya lo he hecho demasiadas veces.
Conmigo nunca te atreviste. Dos años y medio de relación y NUNCA te atreviste a hacer lo que sí has hecho con él.
Los motivos sigo sin conocerlos. Miedo? Vergüenza? Vergüenza ajena? No los sé, y a día de hoy creo que me importan poco. No lo hiciste. Me quisiste esconder, tratarme como a una "amiga", y lo mantuviste hasta el final. Casi tres años después aún había gente de tu círculo "íntimo" que pensaba que yo era una compañera de piso.
Puede que para ti fuera "respetar tu intimidad". Que lo camuflaras así, que quisieras "mantener tu vida privada" fuera de ojos ajenos... pero qué fácil es cagarse en todo eso cuando lo que tienes es una relación heterosexual y no una de bolleras. Es más, una de bolleras en la que la bollera más bollera es tu pareja. En la que tu pareja tiene claro quién es y no le da miedo.
Me ha dado rabia, y en parte un poco de pena. Porque, hoy, me atrevo a decir, después de dos años que no estamos juntas, que sí, fui feliz... hasta que dejé de serlo. Hasta que dejé de ser yo misma para convertirme en una persona igual de fría, igual de taciturna y de oscura que tú. Dejé de sonreír prácticamente, todo era negro y rodeado de una niebla igual de negra, todo era pesimismo y dificultades a tu lado. Raro era el día que las cosas salían bien. Siempre había algo que amargara la fiesta.
Ahora me has dicho, no sé tampoco cuánto tiempo hace, porque nunca fui una grabadora (cosa que te repetí mil veces), que me ves cambiada. Hablando con otras personas les he preguntado si he cambiado. Y todos me contestan lo mismo: NO, no he cambiado. He vuelto a ser yo. He vuelto a sonreír, soy más irónica (sí, más), me da menos miedo todo y me atrevo con un pintalabios rojo.
Me da igual que leas esto. Lo que no quiero que leas ya lo tengo en un agujero negro en el que puedo despotricar. Pero lo que te decía antes, me da menos miedo todo. No me da miedo que leas esto, porque sabes que nunca me atreveré a decírtelo a la cara. Soy valiente, pero no tanto.
Ojalá que tu relación heterosexual sea feliz. De verdad. Exhíbela, muéstrasela al mundo. No la escondas, porque no sabes el daño que puede llegar a hacerle eso a la persona a la que tratas de esconder. Llega a plantearse si da asco, si vale la pena como persona y que si no sería mejor que se bajara del tren, porque total, si la persona que se supone que le ama no se atreve a decirlo, quizá es que no está hecha para ser amada. Ni para vivir, ya de paso.
Pero sí estoy hecha para ser amada. Y para amar. Lo que nos diferencia a ti y a mí es que yo sí soy capaz de vivir sin ello. Tú no.
Y sí, estoy enfadada. Muy aguda.
Ya hablamos, si quieres.